A diferencia de los megaescándalos de corrupción que captan titulares, la microcorrupción se oculta en las interacciones cotidianas. Estas acciones pasan desapercibidas con frecuencia e implican la transferencia de reducidas cantidades de dinero y/o intercambio de favores entre la ciudadanía y funcionarios públicos de mediano y bajo rango. 

En Perú, el 12% de ciudadanos reconoce haber entregado alguna coima, regalo o pago indebido. Además, casi el 20% admite haber solicitado un favor para conseguir trabajo o facilitar un trámite en el sector público (Proética, 2022). La microcorrupción no es un problema menor, ya que puede afectar la provisión de servicios públicos o minar su calidad, principalmente en sectores clave como salud, seguridad y educación. Combatir la microcorrupción es un desafío complejo que requiere esfuerzos concertados basados en la transparencia, educación y rendición de cuentas. Además, se reconoce que es una tarea pendiente en la ruta para recuperar la confianza de la ciudadanía en las instituciones.